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30 de septiembre de 2024

¿Liberalismo libertario o nacionalismo conservador?

Tal vez lo que se ve en la política argentina y de otros países sea el fruto de una alianza política transitoria para armar un frente que rivalice con la izquierda, pero no se puede dejar de mencionar las profundas diferencias que separan, y siempre han separado, a los liberales de los conservadores nacionalistas

>En el año 1960, uno de los referentes más importantes del liberalismo, el premio Nobel de economía, Friedrich Hayek, publicó su libro “Los fundamentos de la libertad”, que traía un epílogo titulado “Por qué no soy conservador”. En dicha sección, Hayek se preocupaba por que el uso del término liberalismo ya no significaba gobierno limitado, libertad individual y economía de mercado, sino que quienes se autopercibían liberales hacían todo lo contrario a “permitir el libre desenvolvimiento de los individuos”.

Años más tarde, en 1973, llegaría Murray Rothbard, miembro –al igual que Hayek– de la Escuela Austriaca de Economía, y publicaría su obra “Hacia una nueva libertad: El manifiesto libertario”. Quedaba más claro que ahora la tradición liberal (de John Locke a Ludwig von Mises) podía, al menos en Estados Unidos, ser reconocida bajo el mote de “libertarian”, puesto que el de “liberal” había sido apropiado por movimientos progresistas.

Allí Rothbard sostiene que el principio básico del libertarismo es el “axioma de la no agresión”, y que, entonces, en materia social, digamos:

Ahora bien, en materia económica, lo de siempre:

“… como el libertario se opone a la invasión de los derechos de propiedad privada, esto también significa que desaprueba con el mismo énfasis la interferencia del gobierno en los derechos de propiedad o en la economía de libre mercado a través de controles, regulaciones, subsidios o prohibiciones, dado que, si cada individuo tiene el derecho a la propiedad privada sin tener que sufrir una de depredación agresiva, entonces también tiene el derecho de entregar su propiedad (legar y heredar) e intercambiarla por la propiedad de otros (libre contratación y economía de libre mercado) sin interferencia…”

Por otro lado, en una tradición bien distinta, aparece lo que podríamos llamar el nacionalismo conservador, que enarbola desde al menos principios del siglo XX el eslogan “Dios, patria y familia”. Según podemos encontrar en Wikipedia, “Famiglia, Patri e Dio” es el título de una obra del autor italiano Augusto Conti, publicada en 1897. En 1928, en Italia se publicó “Dio, patria, famiglia: letture di religione per la 3a elementare” y el lema está asociado a los movimientos fascistas en auge en la época. En Brasil, el partido “Acción Integralista Brasileña”, empapado al menos parcialmente de los movimientos de derecha europeos, y fundado en 1932, militaba bajo el eslogan “Dios, patria y familia”.

Acaso los movimientos de derecha conservadora que adoptan para sí el lema “Dios, Patria y Familia” tengan con el liberalismo el denominador común de que ambos rechazan a la izquierda. El liberalismo rechaza de la izquierda el intervencionismo económico, que lleva al estancamiento, la inflación y la pobreza. El conservadurismo nacionalista rechaza de la izquierda su mirada más reacia con las jerarquías tradicionales, el histórico odio de Marx a la iglesia, y también la postura abierta a la inmigración y empática con la diversidad sexual en general.

Sin embargo, existen importantes diferencias entre el nacionalismo conservador y el liberalismo libertario. En cuanto a “Dios”, los liberales libertarios creen firmemente en la libertad de cultos (consagrada en Argentina en el Artículo 14 de la Constitución Nacional, que dice textualmente que todos los habitantes tienen derecho a profesar libremente su culto). Sin embargo, a diferencia de los nacionalistas conservadores, no consideran condición necesaria para una sociedad libre y próspera que todos practiquen un culto, o bien que se practique un culto en particular.

Juan Ramón Rallo, en su obra de 2017, sostiene que “el sujeto moral del liberalismo no es ni la colectividad, ni la naturaleza, ni la divinidad, sino el ser humano…”. En este sentido, por supuesto que la libertad de una persona siempre termina donde empiezan las libertades de la otra, pero no debería verse limitada por el escurridizo concepto de “patria”. Por ejemplo, si un individuo compra un producto en el extranjero y eso hace que un empresario de “su patria” pierda un negocio, alguien podría interpretar que eso es anti patriótico (de hecho, esto suele escucharse de cualquiera que se considere peronista). Sin embargo, en este caso el liberal libertario se pondrá del lado del consumidor, que utiliza su libertad en beneficio propio sin vulnerar derechos de terceros.

Por último, en cuanto a la familia, el liberal libertario considera sagrado todo vínculo voluntario y, en la medida que la familia sea un vínculo voluntario, debe ser respetado a rajatabla y nunca invadido por el gobierno. Ahora bien, para el liberal libertario no existe ni un tipo de familia único ni una configuración particular que la ponga en pie de superioridad con el resto. Los liberales –de nuevo– se basan en el axioma de no agresión, y mientras la familia (tenga la forma que tenga) no vulnere derechos individuales, no hay ningún problema. Este punto suele exasperar a los nacionalistas conservadores, que en su “Dios, patria y familia” parecen tener una idea fija e inamovible de lo que una familia es: padre (hombre, heterosexual), madre (mujer, heterosexual), y una buena cantidad de hijos… Lo demás, a lo sumo podrá ser tolerado, pero en cualquier caso se trata de uniones de una categoría moral inferior.

Existiendo estas diferencias, ¿cómo es posible que últimamente los autopercibidos liberales libertarios canten y salten al ritmo de “Dios, patria y familia”? Alguno pensará, si no está al tanto de la historia y no estudió temas vinculados a la filosofía política, que liberalismo libertario y nacionalismo conservador son la misma cosa. Esto es algo muy común en Argentina donde, toda la vida, a los liberales nos acusaron de conservadores.

Rothbard seguía y explicaba: “Toda la política del mundo real es política de coaliciones, y hay muchas otras áreas donde los libertarios pueden ceder sus principios en favor de sus socios tradicionalistas en una coalición populista”.

Finalmente, tal vez lo que vemos en la actualidad política Argentina y de otros países sea el fruto de una alianza política transitoria para armar un frente que rivalice con la izquierda. Pero no podemos dejar de mencionar las profundas diferencias que separan, y siempre han separado, a los liberales de los conservadores nacionalistas.

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