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30 de noviembre de 2024

Una neoyorquina tenía una cita “normal” hasta que su acompañante reveló de qué estaba hecha su pulsera

Lo que comenzó como una cena aparentemente cotidiana con un hombre reservado terminó con una revelación que dejó a su cita sin palabras: un brazalete hecho con un material tan íntimo como inesperado

>En el bullicioso y siempre impredecible escenario de El hombre en cuestión dejó una impresión difícil de olvidar gracias a su particular elección de vestimenta: un sombrero que llevaba inscrito el provocador mensaje “Show me that butthole” (“Enséñame ese agujero”). Era un evento de disfraces, y el gesto se tomó con humor. Aunque los detalles del encuentro se desdibujaron con el tiempo, ese sombrero siguió siendo un recuerdo claro.

Diez meses después, cuando él la invitó a cenar, ella aceptó, intrigada por ver cómo sería el hombre detrás de aquel mensaje irreverente. Sin embargo, al llegar al restaurante, el personaje que recordaba como audaz y excéntrico parecía haber desaparecido. En su lugar, la recibió un hombre educado, un poco tímido, con una apariencia que podía describirse incluso como “normal” o “sana”. La dualidad entre la primera impresión y la persona que tenía frente a ella marcó el tono de la noche: algo diferente estaba a punto de ocurrir.

La cena transcurrió en un ambiente relajado, con un intercambio de conversaciones que combinaban anécdotas y temas ligeros. Aunque el hombre parecía haber dejado atrás la extravagancia de su famoso sombrero, su compañía resultaba agradable. La conversación fluía, aunque sin las dosis de excentricidad que ella había esperado, basándose en su recuerdo de aquella noche en la fiesta invernal.

Después de terminar los platos principales, ambos decidieron pedir otra ronda de bebidas, extendiendo la velada. Fue en ese momento, entre risas y comentarios sobre accesorios, que ocurrió el giro inesperado. Ella notó un brazalete en su muñeca, un diseño curioso y distintivo, y lo elogió. No era la típica pulsera que se ve en las tiendas de lujo, sino algo único. Su reacción al cumplido, sin embargo, cambió radicalmente el curso de la noche.

“¿Sabes qué es eso?”, preguntó él, con un tono que mezclaba diversión y orgullo. Antes de que ella pudiera adivinar, soltó la respuesta: “Es mi semen”. El comentario cayó como un balde de agua fría en la conversación.

Jana quedó boquiabierta, tratando de procesar lo que acababa de escuchar. Él, por su parte, parecía encantado con su revelación, explicando con total naturalidad que las cuentas del brazalete habían sido hechas con su propio esperma, procesado y convertido en piezas de joyería por una empresa especializada.

Intrigada, aunque todavía atónita, Hocking escuchó cómo su cita detallaba el proceso detrás del peculiar brazalete. Según explicó, estas piezas de joyería personalizadas son fabricadas por una empresa canadiense liderada por Amanda Booth, una diseñadora conocida por sus enfoques poco convencionales. El concepto, que la empresaria denomina “joyería con semen” o “jizzy jewelry”, comenzó casi como una broma en 2021. Un comentario casual en TikTok sobre incluir “líquido seminal” en sus diseños generó tal interés que la idea se convirtió en una realidad empresarial.

El proceso, según él describió, no es particularmente complicado, pero sí inusual. Todo comienza con el envío de una muestra fresca de semen a la empresa. Esta se seca y se convierte en un polvo fino que luego se mezcla con materiales para moldear las cuentas de la pulsera. El resultado final es una pieza única que, bajo luz ultravioleta, revela diminutos destellos que recuerdan el origen de su creación. La pulsera, además de ser un accesorio llamativo, es entregada con una linterna UV para que sus propietarios puedan “iluminar” sus recuerdos de manera literal.

El resto de la noche transcurrió con una mezcla de incredulidad y nerviosas carcajadas por parte de ella, mientras él parecía disfrutar de su momento de protagonismo. Intentaron retomar la conversación en otros temas, pero la revelación del brazalete impregnó la atmósfera de un aire extraño. Para ella, la cita había pasado de ser un encuentro divertido a algo que rozaba lo surrealista.

Finalmente, al despedirse fuera del restaurante, ambos intercambiaron palabras cordiales, pero el ambiente indicaba que no habría una segunda cita. Mientras ella regresaba a casa, la idea de la pulsera y su procedencia seguía rondando en su mente.

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