30 de noviembre de 2024
Una neoyorquina tenía una cita “normal” hasta que su acompañante reveló de qué estaba hecha su pulsera
Lo que comenzó como una cena aparentemente cotidiana con un hombre reservado terminó con una revelación que dejó a su cita sin palabras: un brazalete hecho con un material tan íntimo como inesperado
“¿Sabes qué es eso?”, preguntó él, con un tono que mezclaba diversión y orgullo. Antes de que ella pudiera adivinar, soltó la respuesta: “Es mi semen”. El comentario cayó como un balde de agua fría en la conversación.
Jana quedó boquiabierta, tratando de procesar lo que acababa de escuchar. Él, por su parte, parecía encantado con su revelación, explicando con total naturalidad que las cuentas del brazalete habían sido hechas con su propio esperma, procesado y convertido en piezas de joyería por una empresa especializada.Intrigada, aunque todavía atónita, Hocking escuchó cómo su cita detallaba el proceso detrás del peculiar brazalete. Según explicó, estas piezas de joyería personalizadas son fabricadas por una empresa canadiense liderada por Amanda Booth, una diseñadora conocida por sus enfoques poco convencionales. El concepto, que la empresaria denomina “joyería con semen” o “jizzy jewelry”, comenzó casi como una broma en 2021. Un comentario casual en TikTok sobre incluir “líquido seminal” en sus diseños generó tal interés que la idea se convirtió en una realidad empresarial.
El proceso, según él describió, no es particularmente complicado, pero sí inusual. Todo comienza con el envío de una muestra fresca de semen a la empresa. Esta se seca y se convierte en un polvo fino que luego se mezcla con materiales para moldear las cuentas de la pulsera. El resultado final es una pieza única que, bajo luz ultravioleta, revela diminutos destellos que recuerdan el origen de su creación. La pulsera, además de ser un accesorio llamativo, es entregada con una linterna UV para que sus propietarios puedan “iluminar” sus recuerdos de manera literal.El resto de la noche transcurrió con una mezcla de incredulidad y nerviosas carcajadas por parte de ella, mientras él parecía disfrutar de su momento de protagonismo. Intentaron retomar la conversación en otros temas, pero la revelación del brazalete impregnó la atmósfera de un aire extraño. Para ella, la cita había pasado de ser un encuentro divertido a algo que rozaba lo surrealista.
Finalmente, al despedirse fuera del restaurante, ambos intercambiaron palabras cordiales, pero el ambiente indicaba que no habría una segunda cita. Mientras ella regresaba a casa, la idea de la pulsera y su procedencia seguía rondando en su mente.